Cómo afectan los estereotipos de género a la sexualidad

En un post anterior aprendimos las diferencias entre el sexo y el género, como el primero es una característica biológica que no se puede cambiar mientras que el segundo es una construcción socio-cultural diversa y modificable.

En este post queremos profundizar en la cuestión del género y en cómo afecta a la salud sexual.

Los roles de género

Los roles de género hacen referencia al conjunto de normas sociales y de comportamiento apropiadas para los hombres  y las mujeres de un grupo  o sistema social dado, en función de  la construcción social que se tenga  de la masculinidad y femineidad, expresión pública de la identidad de género.

Así, tanto lo femenino como  lo masculino están  determinados a relacionarse por  distintos  ámbitos sociales  (o esferas) que marcan diferencias en el uso de los tiempos y los espacios.

Aproximación al concepto de roles de género

Por ejemplo, al sujeto hombre-masculino, se le asignan tareas que se desarrollan  en el ámbito público y cuyos fines se fundamentan en la provisión de recursos,  el mantenimiento y el sustento  familiar, que son consideradas tareas productivas y que están valoradas económica, cultural y socialmente. Además, están sujetas a horarios, proporcionan relaciones y se les reconoce la capacidad  de tomar decisiones.

Por su parte, al sujeto mujer­ femenino,  se le asignan tareas  que se desarrollan en el ámbito  doméstico y cuyos fines se fundamentan en la reproducción biológica, la crianza y los cui­dados, que son consideradas tareas reproductivas (reproducir significa repetir lo que otros hacen) y que NO están valoradas NI económicamente (pues no se percibe  remuneración por ellas), NI culturalmente (pues no se habla de ellas, son invisibles), NI socialmente (pues se desarrollan  en espacios cerrados y aislados -el hogar-). Además, NO están sujetas a horarios, producen aislamiento y NO se les reconoce la capacidad  de tomar decisiones.

Estereotipos de género

Los estereotipos son imágenes, exageradas y simplistas, que se tienen sobre una persona o sobre un grupo de personas.

Los roles de género, al establecer qué es propio de un hombre y qué de una mujer, legitiman la creación de estereotipos que asignan a todos  los hombres ciertos valores y capacidades (fuerza, autonomía, decisión,  objetividad, iniciativa, etc.) acordes con las funciones productivas, mientras que a todas  las mujeres se les asigna otros diferentes asociados a las tareas reproductivas y de cuidados (debilidad, dependencia, sensibilidad, sumisión, obediencia, etc.).

Es preciso desmontar  los estereotipos porque ni los hombres entre sí son idénticos, ni las mujeres entre sí lo son. Tanto las mujeres como los hombres saben que ni todos los hombres son fuertes, autónomos, asertivos, etc., ni todas las mujeres son débiles, dependientes, su­misas, etc., al igual que todas y todos sabemos que cada persona es diferente a las demás personas, que cada ser humano es singular y único.

Los roles  de género son cambiantes y por ello, a medida que las culturas y las sociedades cambian, lo que es considerado femenino y masculino también cambia.

En la actualidad, en todas las sociedades vemos que las mujeres ya no se suelen  quedar  reducidas al hogar, sino que muchas salen al espacio público, tienen empleo (es decir, trabajo remunerado) y participan en las tareas productivas. Esta situación es positiva porque aporta autonomía económica a las mujeres y les permite tomar  decisiones cuando  se crea una familia. Pero también les provoca una sobrecarga de trabajo, generándoles cansancio y quitándoles tiempo para dedicárselo a las relaciones  de pareja y a sí mismas.

Y es que, a pesar de ello, muchos hombres siguen sin participar en las tareas reproductivas y sin asumir sus responsabilidades ni en las tareas domésticas ni en los cuidados a las personas dependientes (menores, mayores y personas  enfermas), perdiéndose la posibilidad de desarrollar valores asociados  a la afectividad, la empatía y la comprensión que requiere el acto de cuidar. Por ello, desde este espacio apostamos por que los hombres cambien  y participen en el espacio doméstico y en los cuidados, ya que es una forma de mejorar sus relaciones consigo mismos, con sus parejas y con  sus familias.

Según Naciones Unidas, si los hombres participaran en las tareas de los cuidados, habría menos  guerras.

Estereotipos de género y sexualidad

Los estereotipos de género también afectan a la sexualidad de los hombres y de las mujeres.

Así, por ejemplo, practicar sexo se ve “normal” en los hombres y se considera tabú para las mujeres, que tienen que ocultar su deseo porque está “mal visto” socialmente.

Por otra parte, los temas relacionados con la interrupción del embarazo se considera un problema que atañe sólo a las mujeres. Pero ni lo uno ni lo otro es cierto, ya que las mujeres también tienen derecho a tener una vida sexual plena y saludable, y los hombres participan en los procesos de embarazo. Ninguna mujer puede quedar embarazada si no cuenta con un hombre. Luego poner los medios para evitar un embarazo también es una cuestión que les compete.

Imagen de Geekandchic.cl

Es por ello que tenemos que romper estos estereotipos y reconocer que hombres y mujeres tenemos un cuerpo que siente, que necesita placer y desarrollar una vida sexual sana, en la que los hombres tienen la misma obligación que las mujeres para que no se produzca un embarazo no deseado.

Las mujeres, en particular, tienen que romper los estereotipos que la limitan como su­jeto sexual y para desarrollar plenamente su sexualidad.

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